Una década que promete reformas definitivas para las trabajadoras remuneradas del hogar
El 2019 representó grandes hitos en la lucha por los derechos de las trabajadoras remuneradas del hogar en América Latina y el Caribe. El año culminó con la decisión del Senado mexicano de ratificar el Convenio 189 de la OIT sobre las Trabajadoras y los Trabajadores Domésticos, que llevaba pendiente desde el 2012. Esta decisión respalda a las miles de trabajadoras domésticas mexicanas en la garantía de derechos laborales y humanos, reivindicando su rol y sentando las bases para que otros países en la sub-región centroamericana sigan sus pasos.
A lo largo del año las trabajadoras remuneradas del hogar, sus asociaciones y sindicatos en representación de varios países de la región han logrado llevar sus demandas a los foros regionales y globales de mayor relevancia. Tal fue el caso de la participación durante las audiencias regulares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la que por primera vez se trató como tema la situación laboral de este sector. Los comisionados expresaron su preocupación por las condiciones que enfrentan las trabajadoras de una gran parte de los países de latinoamericanos y del Caribe incluyendo la prevalencia de violencia. Otro de los ejemplos fue la declaratoria presentada por los gobiernos de Ecuador, Uruguay y Argentina durante la Comisión del Estatus de las Mujeres en su sesión 63 en la sede de Naciones Unidas en el que se instó a los Estados a cumplir con sus compromisos para con las trabajadoras. En este, el encuentro anual de mayor relevancia para las mujeres en la esfera internacional se resaltaron también las buenas prácticas y retos desde las asociaciones de sociedad civil.
Reconocido como un hito, la película mexicana Roma trajo el tema al debate público y durante el 2019 se convirtió en un recurso valiosísimo para discutir sobre las condiciones laborales en México, pero también en muchas partes del mundo. El filme se convirtió en una bandera para asociaciones y sindicatos de trabajadoras remuneradas del hogar que vieron reflejadas sus demandas y que se presentó como una denuncia proyectada en miles de cines del mundo y plataformas web pero que además fue premiada en los escenarios más prominentes.
Siguiendo en el año, una de las luchas históricas de los movimientos de trabajadoras en el mundo se materializó en julio de 2019 durante la adopción del Convenio 190 sobre Violencia y Acoso en el Mundo del Trabajo y su respectiva recomendación durante la sesión centenaria de la Organización Internacional del Trabajo. Consiste en un tratado internacional que se inscribe en las condiciones laborales después de ser aceptado por la estructura tripartita de la OIT, empleadores, trabajadores y Estados. Asociaciones y sindicatos de trabajadoras remuneradas del hogar de prácticamente todo el continente estuvieron representadas durante la Conferencia Internacional del Trabajo en Ginebra, acompañando los procesos previos que se habían llevado a cabo junto con empleadores y sus respectivos gobiernos, involucrándose de cerca en los procesos de consulta de manera que fue posible tener un texto progresista que proteja a este sector con especiales vulnerabilidades frente a la violencia. Para la región también es una muestra importantísima que haya sido Uruguay el primero en ratificar el Convenio 190 que permanentemente ha demostrado su compromiso con los derechos laborales especialmente cuando se trata de grupos vulnerables como es el caso de las trabajadoras domésticas.
Así, el 2020 plantea nuevos desafíos en un contexto complejo de decrecimiento y ajustes sociales para una región que también enfrenta crisis humanitarias y la persistencia de profundas desigualdades. Sin embargo, nuevas oportunidades de la mano de un tejido organizativo más robusto en la región y a nivel mundial, se compagina con aniversarios históricos para los derechos de las mujeres como son los 25 años de la Plataforma de Acción de Beijing así como el inicio del camino a la ratificación del Convenio 190. Que no pase una nueva década para demandar derechos básicos sin discriminación o sin que el trabajo del cuidado sea reconocido como tal.